Paz Padilla vuelve a estar en el centro del huracán. Esta vez, no por una salida de tono en televisión ni por sus reflexiones místicas, sino por un lío empresarial que ha salpicado directamente a su hija, Anna Ferrer, y que ha levantado ampollas, y espinas, en Zahara de los Atunes. La cosa va de raspas de pescado, propiedad intelectual y acusaciones que han hecho que el ambiente costero se caliente más de la cuenta.
Todo comenzó con la marca de ropa de Paz y Anna, llamada NoNiNá. Dentro de su branding, decidieron registrar como logotipo la imagen de una raspa de pescado, un símbolo muy vinculado a la zona y presente en múltiples comercios gaditanos. Lo que podría haber quedado en una curiosidad de diseño se convirtió en un problema cuando la marca comenzó a reclamar que otras tiendas locales dejaran de usar ese símbolo, alegando propiedad intelectual.
Y aquí fue cuando todo se desmadró.
Varios comerciantes de la zona han asegurado que Paz Padilla apareció personalmente en algunos establecimientos pidiendo, de forma poco amigable, según los relatos, que se retiraran productos con el diseño de la raspa. Hay incluso quien afirma que entró con el móvil grabando desde la puerta y que amenazó con tomar medidas legales si no cumplían con su demanda. El testimonio de una trabajadora diciendo que se sintió presionada ha terminado de encender los ánimos.
La respuesta de Paz no se hizo esperar. Ayer publicó un comunicado muy emocional donde aseguró que jamás ha querido apropiarse de nada y que la raspa en cuestión es un diseño creado específicamente para su marca. Según su versión, lo que buscan proteger no es “la raspa en general”, sino un diseño concreto asociado a su identidad comercial. Pero lo cierto es que, lejos de apagar el fuego, el comunicado ha avivado aún más las críticas.
Muchos vecinos y seguidores han considerado incoherente que alguien tan vinculada a Cádiz quiera monopolizar un símbolo que sienten como propio. El asunto ha pasado de ser un “malentendido comercial” a una cuestión de orgullo local, y la imagen pública de Paz y Anna se está resintiendo por momentos. Las redes están encendidas, y en Zahara, la conversación se repite en cada bar: ¿es la raspa de todos, o ahora tiene dueña?
En un país donde el mar y sus símbolos son sagrados, tocar según qué iconos puede salir caro. Y esta vez, parece que la marea se le ha puesto en contra.
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