Esta Navidad, Kbuki decide darle una vuelta (seria) al concepto brunch y lo convierte en una experiencia gastronómica en toda regla. Nada de mesas interminables ni platos sin alma: aquí se viene a comer bien, despacio y con intención. Y sí, también a celebrar.
Disponible solo los domingos hasta el 4 de enero, el brunch navideño de Kabuki es un recorrido en cuatro actos que lleva la firma del chef Alejandro Durán y que deja claro que, incluso en formato brunch, Kabuki no se relaja ni un milímetro. Es alta cocina japonesa con guiños mediterráneos, precisión técnica y ese punto elegante que lo hace tan reconocible.
El arranque marca territorio desde el primer bocado. La experiencia comienza con una Senbei Toro que no necesita presentación larga: crujiente de arroz, ventresca de atún y una salsa mexicana pastor que sorprende sin romper el equilibrio. Es un aperitivo breve, pero muy intencionado, de esos que te dicen: “esto va en serio”.

A partir de ahí, el brunch entra en uno de sus momentos más reconocibles. El famoso pa amb tomaquet de ventresca aparece como uno de los imprescindibles, acompañado de un gyutataki perfectamente marcado y un tartar de aguacate picante que refresca el conjunto. Todo está medido, limpio y ejecutado con esa estética Kabuki que no necesita fuegos artificiales para destacar.
El plato principal permite elegir y ahí es donde el brunch se personaliza según el mood de cada uno. Desde opciones más umami y reconfortantes hasta sushi de corte impecable o propuestas que juegan con el wok y el picante suave. Incluso los pancakes, tanto en versión salada como en clave matcha, encajan sin romper el discurso gastronómico. Aquí no hay concesiones al exceso: todo tiene sentido dentro del conjunto.

El cierre llega con unos rosquetes de calabaza con chocolate negro que conectan directamente con la tradición, pero pasados por el filtro técnico de Kabuki. Un final honesto, sin artificios innecesarios y con el punto justo de dulzor.
La experiencia se acompaña de una mimosa o una copa de champagne, además de bebida caliente, en una propuesta pensada para disfrutar sin prisa y sin distracciones. El precio es de 65 euros por persona y, sinceramente, no se siente como un brunch más, sino como un menú degustación disfrazado de plan dominical.
Kabuki no ha creado un brunch para todos los públicos, y ahí está precisamente la gracia. Es una propuesta para quienes entienden la gastronomía como experiencia y para los que esta Navidad buscan celebrar alrededor de una mesa con algo más que huevos y bollería. Aquí el brunch da un salto… y cae de pie.
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